Esa noche estaba triste.
Las luces ya no brillaban igual. Ni el aire olía igual. Todo estaba
muerto. Ante sus ojos un mundo sin sentido se abría paso, regado por
la sangre de las almas inocentes enfrentadas por cosas que ya no
importaban.
Ojos muertos paseaban a
su alrededor. Pero ellos no sabían que estaban muertos. Repetían el
mismo camino una y otra vez, realizando siempre las mismas tareas,
mientras sus cuerpos se fundían con la tierra. Una tierra que
emanaba odio denso que lo impregnaba todo. Podía verlo. Podía
palparlo. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, porque no podía
hacer nada. Solo podía sentir dolor, sin poder moverse. Ya nada
tenía sentido. No sabía por qué había luchado, por qué había
sacrificado aquello que amaba.
Ya no quedaba nada. Ni
futuro, ni pasado. Para nadie. Sólo quedaba esperar a que el tiempo
borrara la existencia de todos. Sólo así podía existir un mañana.
Sólo quedaba destruir todo lo que habían construido.
Cerró los ojos y
concentró todo lo que le quedaba en un punto de luz. Recogió las
almas errantes y los restos de emociones que vagaban sin dueño. Todo
quedó suspendido ante sus ojos. Era puro y limpio. Podía sentir su
calidez. Podía sentir un nuevo comienzo. Ya sólo le quedaba
fundirse con la luz. La luz que destruiría y crearía un nuevo
mundo, sin ellos. Un mundo con un futuro. Un mundo con esperanza.
que apocaliptico...
ResponderEliminarUn buen día que tiene una.
ResponderEliminarQue negro...
ResponderEliminarEl final es cálido y luminoso ;)
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