jueves, 25 de septiembre de 2014

EL FINAL

     Esa noche estaba triste. Las luces ya no brillaban igual. Ni el aire olía igual. Todo estaba muerto. Ante sus ojos un mundo sin sentido se abría paso, regado por la sangre de las almas inocentes enfrentadas por cosas que ya no importaban.
   Ojos muertos paseaban a su alrededor. Pero ellos no sabían que estaban muertos. Repetían el mismo camino una y otra vez, realizando siempre las mismas tareas, mientras sus cuerpos se fundían con la tierra. Una tierra que emanaba odio denso que lo impregnaba todo. Podía verlo. Podía palparlo.      Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, porque no podía hacer nada. Solo podía sentir dolor, sin poder moverse. Ya nada tenía sentido. No sabía por qué había luchado, por qué había sacrificado aquello que amaba.
    Ya no quedaba nada. Ni futuro, ni pasado. Para nadie. Sólo quedaba esperar a que el tiempo borrara la existencia de todos. Sólo así podía existir un mañana. Sólo quedaba destruir todo lo que habían construido.

    Cerró los ojos y concentró todo lo que le quedaba en un punto de luz. Recogió las almas errantes y los restos de emociones que vagaban sin dueño. Todo quedó suspendido ante sus ojos. Era puro y limpio. Podía sentir su calidez. Podía sentir un nuevo comienzo. Ya sólo le quedaba fundirse con la luz. La luz que destruiría y crearía un nuevo mundo, sin ellos. Un mundo con un futuro. Un mundo con esperanza.

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